Un equipo de restauración que, bajo la supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), recupera las capillas posas del atrio del Templo y Exconvento de la Natividad, en Tepoztlán, Morelos, halló en los muros de tres de ellas una pintura mural del siglo XVI, la cual alude a un emblema de iconografía prehispánica, compuesto por los símbolos de un penacho, un hacha, un escudo o chimalli y una vara de flores.
Especialistas analizan si los atributos de la imagen se vinculan al dios patrono Tepoztécatl o a alguna otra deidad; más allá de eso, aseguran, se trata de un elemento histórico que puede conectar a la población actual de Tepoztlán con su ascendencia. Este descubrimiento abre la puerta a una forma distinta de entender, en el tiempo, las transformaciones de la sociedad tepozteca.
La coordinadora del proyecto de bienes muebles asociados, Frida Itzel Mateos González, indica que las tareas han abarcado aplanados históricos, pintura mural y piedras labradas y, en la actualidad, se restaura los correspondientes a las bardas atriales y arcos de acceso, las capillas posas 2, 3 y 4, la capilla abierta, la cruz atrial, la pila bautismal y la portada plateresca del Templo de la Natividad.
Para ello, se realiza una delicada limpieza mecánica con el uso de bisturíes, de manera que se trata de una tarea quirúrgica, e inyecciones de cal y arena para consolidar y resanar los aplanados pintados.
A pesar de los daños registrados por los sismos de hace un lustro, la capilla posa 4 fue develando el emblema prehispánico más nítido a las restauradoras María Regina Pierrelus Díaz de León, Katherine Salas Ramos y Valeria López Mancera, así como la artista visual Mónica Morales Zúñiga.
Las capas de cal que cubrían la pintura mural se retiraron luego de verificar, mediante observación microscópica, que no existían capas pictóricas posteriores. Lo que se veía a simple vista eran partes del círculo rojo que, inicialmente, supusieron debía contener los atributos hagiográficos marianos o de Jesucristo, pero no fue así.
El equipo narra que “conforme trabajábamos, fuimos descubriendo un círculo rojo bien conservado.
El antiguo emblema descubierto en la capilla 4 se pintó a mano alzada con un rojo diluido, se rellenó con veladuras, y luego, se delineó con este mismo color. El círculo, de 11 centímetros de grosor y poco más de un metro de diámetro, encierra dichos símbolos prehispánicos, igualando en dimensiones al escudo mariano que también se pintó en el siglo XVI en las capillas posas.
La imagen, la cual se repite, menos nítida, en las capillas 2 y la 3, ha generado interrogantes en torno al porqué de la presencia de este emblema en un sitio tan importante e, incluso, al lado del anagrama de la Virgen María, y acerca de la relación de la cultura prehispánica con el culto cristiano, a pocos años de la invasión española.