Desde tiempos antiguos, el maíz al igual que otras plantas silvestres eran conocidas y se consumían en gran parte del continente americano, tanto hacia el norte como hacia el sur, de Canadá hasta Chile.
Genuinamente, las y los mexicanos somos hijos del maíz, ha sido un alimento básico y fundamental de las culturas indígenas mesoamericanas muchos siglos antes de que los europeos llegaran.
Los primeros hallazgos del maíz se registraron en Valle de Bravo del actual Estado de México, en las riberas del lago de Texcoco y Xihuatoxtla, cerca de Iguala, al norte del estado de Guerrero.
Cuando el clima empezó a cambiar, de ser húmedo y frío, hacia el año 5000 a.C, se convirtió en caliente y árido, los habitantes tuvieron que buscar otras alternativas para alimentarse, haciendo uso de las semillas y dejando un poco de lado la carne animal, alimento considero en ese entonces como esencial.
ara el año 2000 a.C., el maíz llegó a extenderse por la mayor parte de Mesoamérica debido a sus muchas bondades, como lo es su “extraordinaria adaptación a variaciones del clima”
En cada lugar donde se ha domesticado y cultivado esta gramínea fue adaptada a las condiciones locales de la altitud, relieve orográfico, clima, abundancia o escasez de agua, tipo de suelo, flora y fauna.
Los Mayas, por ejemplo, cultura que floreció en los estados del sureste y Guatemala, decían que los hombres provenían del maíz, tal como lo cuenta el libro sagrado Popol Vuh, el maíz fue la carne con la que los dioses crearon a los hombres.
Tras la conquista, la cosmogonía relacionada con el maíz se modifica para sustituir algunos elementos (deidades), incluir otros (santos y vírgenes) y en muchos casos, sincretizar elementos que se conforman en nuevas ceremonias y rituales (calendario de fiestas, leyendas y héroes culturales).
En la actualidad aún se realizan rituales en la mayoría de territorios indígenas y campesinos del país.
Esta celebración con el paso del tiempo ha tenido algunas adaptaciones que sobresalen incluso en el nombre, pues durante la época colonial se adaptó como una fiesta en honor a la Santa Cruz.
En primera instancia los campesinos elaboran cruces de palma y cadenas de flor de muertos (Cempazúchitl) y flor de pericón (Yahuitli) para que a temprana hora las coloquen en las milpas que contienen los elotes más grandes en sus parcelas coloridas.
Esta es una creencia popular que narra la fuga del mal en vísperas de la fiesta de San Miguel Arcángel.
El ritual consiste en adornar las milpas que están en las orillas y al centro de la parcela, se envuelven con flores, papeles, y otros objetos vistosos que son ahumados con copal.