En el año 687 de nuestra era, los reinos de Lakamha’ y Po’p, asentados en las actuales zonas arqueológicas de Palenque y Toniná, respectivamente, iniciaron una cruenta guerra que duró 24 años. No obstante, nuevos estudios brindan luz sobre el universo cosmogónico y la ritualidad que ambas sociedades compartían a pesar de su rivalidad política.

es el caso de un disco de piedra, con la representación iconográfica del joven dios del maíz, que la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), recuperó, en 2021, en el Templo del Sol de la Zona Arqueológica de Toniná, en Chiapas.

De acuerdo con el responsable de la investigación y conservación del sitio, Juan Yadeun Angulo, la ubicación de este disco de piedra caliza –de 45 centímetros de diámetro y 9 centímetros de grosor– derivó tras el descubrimiento de una cripta en el costado norte de dicho templo, en la que se teoriza eran transmutados los cuerpos de los gobernantes de Po’p, a fin de que con sus cenizas fuesen creadas esferas para el ritual del juego de pelota.

La lectura de la pieza, abunda el arqueólogo, hace referencia al año 505 d.C. y a un evento que transcurre 260 días después de la muerte de un gobernante de Po’p –cuyo título no es legible por el deterioro del cartucho jeroglífico maya–, situando a este en el inframundo, como una encarnación del dios del maíz.

Otro detalle que asocia al personaje representado con dicha deidad es que se le representa muerto, en el reino del señor jaguar del inframundo, antes de su renacer como la planta de maíz que acompaña al sol.

En este sentido, subraya Yadeun Angulo, el disco de piedra de Toniná –ya resguardado y reemplazado in situ por una réplica– “evidencia una tradición religiosa compartida en torno al dios del maíz, el más importante del mundo clásico”, en asociación con la escultura en estuco localizada en la Zona Arqueológica de Palenque, en mayo pasado, en la que se representa a la misma deidad como una cabeza cercenada.

Toniná y Palenque, concluye Juan Yadeun, fueron ciudades enemigas que se desgastaron hasta colapsar, sin embargo, la importancia de hallazgos arqueológicos, como las dos representaciones del joven dios del maíz, corroboran la base común de creencias y tradiciones que las unía.