Deslumbrado por el arte del grabado, Román Eguía, artista plástico originario de Torreón, Coahuila, tuvo su primer encuentro con esta disciplina a través de un taller y fue tal su enamoramiento que nunca más regresó a la universidad “ni por la mochila”, afirma en entrevista.
Román estudió la carrera de arquitectura porque “se acercaba más al arte”, puesto que no había en ese entonces escuelas especializadas en esta disciplina que le interesaba. Fue hasta los 21 años que ingresó a un taller de grabado dirigido por el artista Arturo Rivera que se abrió su camino para cumplir el sueño que desde niño le inquietaba.
Recuerda en entrevista que, gracias a la visión del pintor y escultor Rivera, quien se esmeró porque el taller de grabado se instaurara en la ciudad de Torreón con un enfoque muy profesional, tuvo la fortuna de conocer, aprender y trabajar en sus inicios al lado de grandes artistas como José Luis Cuevas, Aceves Navarro, Nunik Sauret y Carla Rippey, por mencionar a algunos.
El no tener ataduras, dice, le permite ser muy prolífico, deja que las cosas empiecen a suceder “una vez encarrerado, empiezo a adecuar y por ello es que me siento como un explorador del arte”.
El también Premio a la Joven Estampa (en la Habana, Cuba), formó parte del Catálogo Iberoamericano de Ilustradores en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con su incursión en la estampa, además, ahora explora con la escultura textil, cobre o metal.
Una de las temáticas constantes del trabajo de Román Eguía es la naturaleza del desierto, la cual para él es algo natural por la influencia de la zona en donde vive “lo bonito de ser artista también es ser fiel a lo que eres, a tus raíces, a tu esencia y a lo que has visto desde tu infancia.
Comenta que su siguiente paso será realizar una exposición para mostrar los últimos 10 años de su obra, “es un ejercicio muy interesante que siempre he querido hacer para hacer una revisión de mi trabajo. No es lo mismo ver tu obra en la infinidad de tu taller y de manera individual, a verlas todas juntas en una sala, porque es donde en realidad te cae el veinte y entiendes cosas que a lo mejor no viste en el momento de su creación”.