Carlos era un joven periodista que trabajaba para una revista de misterio. Siempre le habían fascinado las historias de terror y las leyendas urbanas, y soñaba con viajar por el mundo para investigarlas. Un día, recibió una oferta que no pudo rechazar: le propusieron ir a Japón para hacer un reportaje sobre el famoso bosque de Aokigahara, también conocido como el bosque de los suicidas.
Según la leyenda, el bosque de Aokigahara era un lugar maldito, donde los espíritus de los muertos vagaban sin descanso. Muchas personas se adentraban en él con la intención de quitarse la vida, y sus cuerpos quedaban colgados de los árboles o escondidos entre la vegetación. Carlos estaba decidido a averiguar la verdad sobre ese lugar, y se preparó para su viaje con entusiasmo.

Llegó a Tokio y tomó un tren hasta la ciudad de Fujiyoshida, donde alquiló un coche para dirigirse al bosque. Antes de entrar, se detuvo en una tienda cercana a comprar provisiones y una brújula.

El dependiente le miró con curiosidad y le preguntó si iba a visitar el bosque. Carlos asintió y le explicó que era periodista y que quería hacer un reportaje. El dependiente le advirtió que tuviera cuidado, que el bosque era peligroso y que muchos se perdían en él. Le dijo que siguiera el sendero marcado y que no se alejara demasiado. Carlos le agradeció el consejo y se despidió.

Entró en el bosque con su mochila, su cámara y su grabadora. El lugar era impresionante: un mar de árboles verdes que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El silencio era absoluto, solo roto por el crujir de las hojas bajo sus pies. Carlos se sintió invadido por una sensación de paz y de misterio. Siguió el sendero durante un rato, tomando fotos y grabando sus impresiones. No vio ningún cuerpo ni ningún indicio de suicidio, solo algunos carteles que pedían a los visitantes que respetaran la naturaleza y que buscaran ayuda si se sentían deprimidos. Carlos pensó que quizás la leyenda era exagerada o que las autoridades limpiaban el bosque con frecuencia.

Decidió adentrarse más en el bosque, siguiendo su brújula. Quería encontrar algo más interesante para su reportaje, algo que demostrara que el bosque era realmente un lugar sobrenatural. Se internó entre los árboles, alejándose del sendero. Caminó durante media hora sin encontrar nada fuera de lo común. Se detuvo a beber agua y a revisar su cámara. De repente, escuchó un ruido detrás de él. Se giró y vio una figura colgada de una rama. Era un hombre joven, vestido con un traje negro. Tenía una cuerda alrededor del cuello y los ojos abiertos y vidriosos. Carlos se quedó paralizado por el horror. Era el primer cadáver que veía en su vida.

Se acercó lentamente al cuerpo, con la intención de tomar una foto. Cuando estuvo a pocos metros, el hombre abrió la boca y emitió un grito desgarrador.

Carlos retrocedió asustado y tropezó con una raíz. Cayó al suelo y soltó su cámara. El hombre seguía gritando, como si le doliera algo. Carlos se levantó y echó a correr, sin saber hacia dónde iba. Corrió sin rumbo por el bosque, tratando de alejarse del cadáver viviente. No sabía si estaba alucinando o si el bosque estaba embrujado. Solo quería salir de allí cuanto antes.

Pero cuanto más corría, más se adentraba en el laberinto verde. Los árboles parecían iguales, no había ningún camino ni ninguna señal. Carlos empezó a sentirse desorientado y agotado. Se detuvo a respirar y miró su brújula.

La aguja giraba sin sentido, como si hubiera perdido el norte. Carlos sintió pánico. Estaba perdido en el bosque de los suicidas. Recordó lo que le había dicho el dependiente: que no se alejara del sendero marcado.

Se arrepintió de haber sido tan imprudente sin pensarlo volvió sobre sus pasos para poder encontrar el sendero pero no lo veía por ningún lado, empezó a ponerse nervioso miraba para todos los lados y creía ver cadáveres colgados de los árboles, pero no estaba seguro.

Empezó a oscurecer cuando de repente delante suyo había una pequeña cabaña, seguro tendría víveres pensó, y se adentró, ya era de noche cuando empezó a bajar la temperatura y tenía mucho frío, pudo con esfuerzo recoger unas maderas que había en la misma entrada y encendió un poco de fuego en la chimenea, ya más tranquilo se dispuso a mirar lo que la cabaña guardaba y en los cajones de una mesilla encontró notas de la gente que seguro por allí pasaba, cogió una y la leyó en voz alta.

-Mama, papa, Kevin os amo con locura, he llegado hasta aquí, hubo un silencio y de repente escrito por toda la hoja ¡QUITATE LA VIDA! ¡QUITATE LA VIDA! , Oh Dios mío pero que es esto es como si alguien le incitara al suicidio.

Miro todas las hojas y eran iguales no entendía nada, se puso a mirar las fotografías que había realizado por el camino y al ir pasando una a una, su cara empezó a cambiar, un escalofrió recorrió todo su cuerpo, su corazón empezó a palpitar muy deprisa al ver que en las fotografías aparecían cuerpos colgados desmembrados y un ser horrible devorándolos, aterrado cogió su mochila con todas sus cosas y salió de la cabaña huyendo, atravesando el bosque sin rumbo cuando tropezó con unas raíces que sobresalían de un árbol enorme, al incorporarse alzo la mirada y puedo ver a ese ser horrible esperando su ocasión pero Carlos no estaba dispuesto a entregar su vida a ese ser.

Cada vez que miraba estaba más cerca y sin pensarlo Carlos cogió su navaja que guardaba y sin pensarlo miro al cielo se hizo una foto con su móvil y se cortó el cuello. Al día siguiente unos excursionistas encontraron un cuerpo colgado de un gran árbol con el cuello cortado.