La Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), agrupación del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), rinde tributo al compositor ruso Dimitri Shostakovich (1906-1975) en su 50 aniversario luctuoso con un programa en el que interpreta la Sinfonía núm. 1, op. 10, en Fa menor, la primera de su reconocida carrera musical.
“Estamos conmemorando 50 años de su fallecimiento. Es uno de los compositores más importantes a nivel sinfónico y, en general, de la música clásica del siglo XX. Esta obra fue escrita como trabajo final para su graduación cuando tenía 18 años, por lo que estamos escuchando a un compositor joven y prematuro, pero ya con ciertas sonoridades que vamos a poder apreciar más adelante en sus futuras sinfonías”, explicó el director artístico de la OSN, Ludwig Carrasco, durante un ensayo abierto al público.
Titulado “Shostakovich 50”, se trata del noveno programa de la primera temporada de 2025 de la OSN; se compone también por Espalda Mojada, de Paulino Paredes, y el Concierto para violín, de Behzad Ranjbaran, en esta última pieza el violinista William Harvey participa como solista.
Sobre la pieza de Paulino Paredes –que abre el recital–, Carrasco detalló que se trata de una obra escrita en referencia a migrantes mexicanos en busca del sueño americano y que no siempre son bien recibidos en su destino, situación que resulta muy actual, pese a haber sido compuesta en 1954, año en el que se activó la Operación Wetback en Estados Unidos para la deportación masiva de inmigrantes.
La música de Paredes alcanza momentos de gran euforia y violencia que llevan al público al desierto y a la frontera, mientras que hacia el final la pieza se vuelve melancólica, para recordar lo que los migrantes dejan atrás en busca de una vida mejor.
A la grandiosa obra mexicana le sigue Concierto para violín, de Behzad Ranjbaran, compositor de origen iraní radicado en Nueva York, que en esta ocasión viajó a México para ser testigo de la interpretación de la OSN.
“Es una pieza de tres movimientos escrita con una visión más contemporánea, pero todavía muy enraizada en la música tradicional sinfónica”, comparte Carrasco sobre el concierto de Ranjbaran, mismo que está muy inspirado en la música iraní y cuenta con una amplía paleta orquestal llena de matices.
Finalmente, llega la Sinfonía núm. 1, op. 10, en Fa menor, de Shostakovich, una obra de cuatro movimientos que inicia con un solo de trompeta que dialoga con un fagot, seguido por un segundo movimiento muy rápido en el que el piano toma protagonismo.
El tercer movimiento es el más lento y se compone por un solo de oboe, mientras que el último se conecta con un tambor y cuenta con solos de violonchelo que estallan para el triunfal desenlace.
“Shostakovich tuvo muchos problemas con la autoridad en su carrera, pero en esta obra aún vemos a un Shostakovich todavía con la esperanza de las que cosas pueden mejorar”, asegura Carrasco.